
MAXIMILIANO SANTIAGO GARCIA
ALUMNO DEL 2° SEMESTRE, GRUPO “B”, DE LA LICENCIATURA EN EDUCACIÓN PREESCOLAR Y PRIMARIA PARA EL MEDIO INDÍGENA, DE LA UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL, SEDE REGIONAL ZACAPOAXTLA PUE.
Un día un joven muy alegre y bondadoso caminada por la calle con una tristeza que evitaba con una gran sonrisa a todos sus conocidos y amistades, siempre pensaba e imaginaba tener todo lo necesario para apoyar a sus seres queridos en situaciones desagradables, que a pesar que necesitaba mucho cariño por parte de ellos, no era capaz de demostrárselos, pues siempre trataban de esquivarlo con comentarios sin lógica, siempre se encontraba solo en situaciones que requería de sus padres. Así fue pasando el tiempo sin ningún gesto que lo hiciera sentirse aceptado y querido ante el gran lazo familiar, sino todo lo contrario.
A sus padres solo les interesaba que él saliera adelante y siempre le recordaban el gran apoyo económico que le brindaban, para ellos no era una inversión sino una alcancía en la que echaban dinero cuando se requería, sin la confianza absoluta que necesitaba su hijo de parte de ellos; necesitaba el cariño, el amor y la armonía de su familia y no la preferencia a los otros, que en ocasiones observaba.
Sus recuerdos de infancia y adolescencia hacen tocar las vibras más sensibles de su persona, siempre necesitó hablar y expresarse en familia, pero nunca fue escuchado con atención; fue sobreprotegido económicamente pues nunca le enseñaron a ganarse el dinero por sí mismo. Un día salió a dar una vuelta por la calle y se encontró con un anciano que le preguntó ¿por qué tienes esos ojos llenos de desesperación y de tristeza?, el muchacho le respondió ¿tú qué sabes de las necesidades que como joven podemos padecer?, tengo muchas inquietudes que no puedo manifestar y que no sé aprovecharlas en el momento que se me presentan.
El anciano le respondió muy alegre: estoy muy lejos de tu juventud, pero eso no significa que no estuve cerca, pasé por muchas cosas, tuve amigas, amigos y novia al igual que los jóvenes de hoy y me vienes a decir tú, que no sé nada. El joven le respondió “pero en ese tiempo no había factores que obstaculizaran algunas oportunidades como ahora”. El anciano nuevamente le dijo estas palabras: joven tienes toda la fuerza en tí mismo, te aseguro que no conoces muchas cosas de la vida como yo, tu corazón es humilde y fresco, aprovéchalo al máximo, no como el mío, dijo el aciano, mi corazón ya no sirve, pues tiene muchas cicatrices que la vida me ha hecho de tantas tristezas y decepciones que he vivido y no como el tuyo. Tu corazón está intacto libre de cicatrices, aprovéchalo y aprovecha la oportunidad que la vida te da de vivirla.
El anciano dio la vuelta y se alejó, dejando al joven con éstas últimas palabras que comenzaron a hacer que se sintiera libre al fin, de tantas penas y decidiera empezar a luchar para alcanzar sus objetivos.