A PROPÓSITO DE LA SOLIDARIDAD

ROGELIO HERNANDEZ ORTEGA

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¡¡¡A TODOS LOS HÉROES ANÓNIMOS DE LOS DESASTRES NATURALES DE 1999 EN NUESTRA REGION!!!

En estos días en que la fuerza de la naturaleza por lluvias y huracanes, hace evidente nuestra incapacidad de evitar sus estragos y anuncia lo que de sobra sabemos: no estamos preparados para resistir sus embates o cuando menos para hacerlos menos destructivos; es también el momento propicio para reflexionar sobre la otra naturaleza: la humana.

Con el afán de ayudar a quienes en parte o todo, lo pierden durante estos eventos, se erigen en protectores de la especie humana, en sus salvadores; desde los políticos, los dirigentes de naciones del primer o tercer mundo (eso es lo que menos importa), de organizaciones ya sea del gobierno o no gubernamentales, los altruistas, hasta uno que otro despistado, de esos que no saben por qué o para qué se hace algo, pero “le entran”, porque ven que todos “se preocupan”, hasta hacer de esa intención algo parecido a la moda.

Y todos –al menos en teoría-, piden solidaridad y aplauden los apoyos que desde distintos puntos del planeta se hace llegar a los más “necesitados”, esos que muchas veces se quedan esperando la ayuda que otros almacenan en sus casas, sus tiendas, oficinas, incluso en las presidencias municipales, las comisarías, las comandancias de policía, etc.; esa ayuda que es mañosamente seleccionada por algunos acaparadores, los empresarios del dolor humano, los traficantes de la indiferencia, los buitres que se agasajan ante el sufrimiento, los verdaderos hambrientos, los de muy poca….. sensibilidad.

Y éstos, se ven de pronto “cargados” de trabajo porque es indispensable que se piense muy bien qué de lo que llega, ha de dársele a sus destinatarios y es obvio, se sabe que en ocasiones, se han enviado (por los verdaderos altruistas) desde algún lugar que casi siempre se desconoce, -porque el altruismo real no pretende mostrar su rostro ni hace alarde de las acciones que realiza-, zapatos, ropa y comida de calidad; que es preciso “apartar” porque allá en el rancho, en el pequeño poblado, entre lodo y el dolor, a la gente no le hace falta más que frijoles, tortilla y chile, ¡ah! y si hay, pues también agua purificada, que ésta ni es tan necesaria, porque esa gente sabe tomar pulque y puede hervir el agua de los charcos, al fin que sus niños y niñas no se han muerto de estar “panzones” por los parásitos o los ayunos que constantemente realizan, menos se morirán ante las contingencias que a la mayoría nos parecen desmesuradas.

¿Cómo se le llama a esto?, ¿es la solidaridad tan cacareada?, porque allá en mi pueblo se le llama robo, saqueo, despojo, estafa y cuantos sinónimos le quieran agregar y se castiga con la cárcel ¿y qué castigo se merecen estos bandoleros? porque tras hacer de esta una acción cotidiana y en algunos casos hasta un negocio, se pasean muy ufanos después de haber cumplido con su  deber de humanos y de haber sido solidarios con los hermanos en desgracia.

La otra cara de la moneda, la menos peor, la representan aquellos politiqueros, que haciendo uso de esta catástrofe, ven en ella la oportunidad de mostrar en el escaparate de la ignominia, la mentira y la traición, sus ansias de poder y su ambición; aquellos que no desaprovechan momentos para “salir en la tele” y hacer que la gente les reconozca su filantrópica labor, porque pronto se acercarán a ellos para pedir su voto.

¡Qué lastima!, ¡qué crueldad!

Y si bien es cierto que ante estas contingencias no puede generalizarse por la acción ruin de algunos, también es cierto que por la connotación del suceso, uno solo que muestre actitudes como las descritas, es la peor muestra de la mezquindad humana; aquí no puede aplicarse aquello de la mosca en la sopa o el negrito en el arroz, porque esas son excepciones y en la situación que analizamos, la excepción puede aludir a una regla y esto es a todas luces inaceptable.

Así es que ¿qué hacemos?, tendremos que hacer referencia a algunas justificaciones descabelladas: así es la especie humana, los hombres y las mujeres caemos en tentaciones, así somos algunos, con muchas ganas de sacar provecho de incidentes que a otros dejan descobijados y con pocas, realmente pocas intenciones de acercarnos a los descalzos, a los que poco tienen para cubrirse, a los que poco saben de la malicia de nosotros, a los sin nombre, a los que sufren eso que muchos ni siquiera conocen e imaginan: la pobreza, esa que lastima la dignidad humana, a la que ofende nuestra indiferencia, que nos recuerda que no solo es indigno de los no educados y los que han estudiado, hacer de cuenta que en un país de pobres como el nuestro, los pobres son sólo estadística o no existen sobre la tierra, sino, además, es una acción que debería desterrase, para evitar seguir viviendo con muy poca……… vergüenza.

Y bajo estas evidencias ¡qué nos queda?, ¿permitir que sigan sucediendo estas “costumbres” de algunos, con el argumento de que son parte indisociable de nuestra naturaleza humana?, ¿no escandalizarnos porque “afortunadamente” no todos actuamos de esa manera?, ¿cómo podremos evitarlo?, ¿metiendo a la cárcel –mismas que ya están llenas del mismo tipo de maleantes-, a quienes incurran en esto que es un delito?. Hacerlo así, seguramente constituirá sólo un paliativo porque no se resolverá el problema de raíz; podemos pensar con certeza, que habrá que formar mejor a los futuros ciudadanos para que no se identifiquen con estas prácticas y en esto,  los profesores de educación básica jugamos un papel crucial y hay que asumirlo y cumplirlo con responsabilidad, porque nuestra herramienta de trabajo son los niños y las niñas a quienes debemos apoyar para darles la oportunidad de ser hombres y mujeres de bien. Sea este un reconocimiento a la labor desinteresada, a la generosidad de tantas gentes cuyo nombre no requiere aparecer con letras de oro, a la caridad de quienes no lo piensan dos veces para desprenderse de algo preciado y en muchos casos necesario, para darle al hermano que sin ello seguramente no sobrevivirá su desgracia.

Y sea también un reconocimiento a la valentía de muchos héroes desconocidos que sin meditarlo, se arrojan a un río revuelto con la idea de salvar a alguien en riesgo de morir ahogado.

Esa sí es muestra de la bondad humana y no importa si es en la sierra norte de nuestro entrañable Estado de Puebla, en Chiapas, en Oaxaca o en cualquier otro sitio de nuestro querido México e incluso si fuera más allá de nuestro territorio, porque el amor a nuestros semejantes y la identificación con las necesidades de esos otros que son como nosotros, no tienen, ni debe tener fronteras.